
Historias
de tunas
La responsabilidad
de ser una chica de tunas
Gabriela Palomino tiene veinticuatro años, es enfermera en un servis de ambulancia y servicio médico. Trabaja como paramédica con un horario casi completo, de veinte cuatro horas para ser más exactos. Pero aún con un tiempo complicado que se entre mezcla lo laboral, lo familiar y hasta amoroso ella dedica su tiempo a la tuna femenina en el cargo de presidenta de la Universidad San Marcos.
Gabriela espera sentada y algo angustiada en la Plaza Central de Lima, me saluda y ni bien se vuelve a sentar para empezar la entrevista ve de reojo su celular. Esta acción se repite una y otra vez a lo largo de los casi veinte o treinta minutos que duró conversar con ella. Ni bien empiezo a preguntar, ella me pide disculpas y me pregunta si le incomoda que esté mirando constantemente su celular. A lo que le respondo con otra pregunta -¿Tienes tiempo?-. “Ay si… el tiempo”. Y así empieza todo.
El tiempo para Gabriela como para muchos o para todos es como el oro. No podemos derrochar el tiempo, pero entonces, ¿Cómo una chica de veinticuatro años que es paramédica, que tiene responsabilidades familiares y un novio decide enrolarse al mundo de las Tunas? La respuesta es respondida en una frase: “la música me motivo a comprometerme y relajarme”.
Gabriela toca la guitarra desde los quince años y no para ser una chica tunante, sino para relajarse para escapar de la dura realidad- como ella misma dice. “Yo me enamoré de la tuna al volverme pardilla, creo que ahí me di cuenta que ya no era solo un hoby” me comenta Gabriela. Y es que pensar que pertenecer al mundo de las tunas femeninas es solo un hobby es estar equivocado. “Tengo que hacer mi horarios de tal manera para que no exista un cruce entre la enfermería y la tuna”, añade Gabriela quien me demuestra que en su mochila lleva su vestuario de tuna y de enfermera. Casi como Superman o algún héroe que lleva una doble vida, una doble responsabilidad.
¿Pero cómo una gran responsabilidad llega a las manos de Gabriela? “Todo fue casualidad, yo salía con un chico y su pareja, quien fue una gran amiga mía, me comento que debía de conocer a las chicas de la tuna. Y es que ahí yo podría empezar a tocar la guitarra en compañía de otras chicas” y fue así que Gabriela llega a conocer a su segunda familia, las tunas. Mediante la música fue que ella se dio cuenta que podría haber un vínculo muy fuerte entre ella y las chicas de la tuna de San Marcos.
“Nunca tuve profesor o profesora de guitarra, empecé de una manera autodidacta con los folletos del quisco”, afirma Gabriela quien ahora deslumbra con arpegios, puentes y notas que quizás en algún tiempo pasado fue muy complicado para tocar. “Siempre toqué sola, quizás por ello encontrar este nuevo mundo con quien compartir fue lo mejor que me pudo pasar”, añade Gabriela quien se quedó impactada por ver chicas que tocarán mandolinas, laudes, panderetas y percusiones. Y que a su vez compartieran el gusto clásico de la música.
“No puedo vivir sin música, eso genera mi pasión por la tuna y una obligación y constancia por ella” se repite una vez más Gabriela. Y es que ella siente que la tuna no solo le ha traído nuevas amistades, o nuevas maneras de tocar la guitarra. La tuna le ha enseñado lo que es un compromiso y una constancia a seguir. “Conozco amigas tuniñas que pasan por situaciones difíciles, con trabajos y horarios mucho más complicados que los míos. Pero ahí estamos. Somos un compromiso constante hasta que la muerte nos separe”, afirma Gabriela quien entre risas demuestra mediante sus ojos como hay una fuerte relación entre ella y la tuna. Se ponen cristalinos cada vez que menciona “la tuna”.
Gabriela comenta que el hecho que exista un grupo solo para mujeres no genera alguna manifestación ni feminista ni machista. “No había problema si fuese mixta, el error es no colocar al otro”. De hecho como ella misma comenta el gran problema de las tunas femeninas es aún el pensamiento machista que existe en el Perú. “Muchas veces nos han dicho cada tontería en la calle, pero eso a nosotras nos genera que debemos de luchar y seguir saliendo a cantar, bailar. Ser una chica de tunas es difícil en un país machista como el nuestro” añade con una voz llena de pasión y fuerza que no quiere que la callen. Gabriela demuestra que la tuna poco a poco se ha vuelto algo más que un pasatiempo. Un compromiso para batallar no solo contra sus horarios sino contra una forma muy machista de pensar.♦

